📷 MEMORIAS DEL BLANCO Y NEGRO
Ensayo Visual Breve
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Un gesto de ternura en medio de las ruinas que aún respiran.
París, alrededor de 1948. Una ciudad que comienza a reconstruirse, pero que aún no se sacude del todo el temblor de la guerra. En esta imagen de Robert Doisneau —maestro de los gestos mínimos y las verdades humanas— el amor se sienta a descansar junto al Sena, como quien necesita un respiro entre los escombros invisibles de la memoria.
Dos figuras se abrazan en una silla plegable, al borde mismo del mundo. Frente a ellas, el alambre de púas corta el plano como una línea de dolor que no se ha retirado del todo. A su alrededor, los elementos típicos del mobiliario urbano parisino —la baranda del muelle, las sillas vacías más allá, los árboles alineados como testigos mudos— completan una escena que parece a la vez íntima y universal.
Esta fotografía pertenece a la serie que Doisneau realizó en la posguerra, entre finales de los años 40 y principios de los 50. Y en ella, el contraste es tan elocuente como inevitable: ternura y reja, caricia y espina, beso y cicatriz. El alambre aún delimita espacios, aún susurra el eco de un París sitiado, pero aquí, en el primer plano emocional de la escena, el amor se atreve a existir.
No es un amor idealizado, no es una postal de juventud. Es un refugio. Un instante de abrigo en medio de una ciudad todavía herida. Se miran, se inclinan uno hacia el otro, se abrazan como quien reconstruye una casa sin paredes. No hay apuro. Hay algo más profundo: la afirmación silenciosa de que amar, aún después del horror, aún con el pasado punzando cerca, sigue siendo posible.
Esta fotografía no conmemora, simplemente recuerda. Que hubo una guerra. Que hubo escombros. Pero también que hubo quienes, entre ruinas, supieron sentarse juntos. Respirar. Y esperar.
– Julio César Pisón
Café Mientras Tanto
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