📸 MEMORIAS DEL BLANCO Y NEGRO
The Voyage (Il viaggio), 1974
Reflexión ensayística visual
Los rostros que miran el amor
En el claroscuro de esta calle siciliana, la historia no avanza, respira. Sophia Loren y Richard Burton no caminan: flotan. El blanco y negro detiene el tiempo en una escena que no necesita palabras, sólo miradas. Ella va de blanco, él de sombras. Entre ambos, una línea invisible de deseo contenido, de ternura vencida por el paso de los años.
A su alrededor, una fila de niños observa. Son testigos inocentes de un drama que no comprenden, pero intuyen. Con sus boinas torcidas, las manos sucias y los ojos bien abiertos, parecen haberse detenido no por curiosidad, sino por una forma ancestral de respeto. Frente a ellos, el amor herido se exhibe como un acto silencioso, como una última elegancia.
Burton lleva el sombrero en la mano, como si ya se hubiese rendido. Loren lo mira, firme, sin quebrarse, vestida con la dignidad de quien ha amado tarde, pero ha amado de verdad. No hay gesto grandilocuente. Solo ese caminar paralelo, ese pequeño teatro íntimo en medio de una calle cualquiera, donde el pasado y el presente se cruzan sin hacerse promesas.
El contraste es hermoso: la infancia que comienza y la adultez que ya sabe demasiado. Esta imagen se convierte en testamento de lo que el cine puede revelar sin decirlo: el misterio del amor cuando llega en el límite, cuando el corazón ya sabe que todo será breve.
El verdadero viaje, parece decirnos esta escena, no está en el desplazamiento, sino en ese cruce de almas que ocurre cuando ya es casi tarde.
– Julio César Pisón
Café Mientras Tanto