En el Mientras Tanto, mi escritorio es también un estadio en silencio. Estoy rodeado de libros que me han acompañado toda la vida, y visto la camiseta blanca del Real Madrid como quien lleva un estandarte de pasiones. Entre las lámparas encendidas y el viejo globo terráqueo conviven mis dos mundos: la calma de las letras y la vibración del fútbol. Me gusta pensar que cada página leída es un pase preciso, cada idea una jugada inesperada, y que aquí, de pie, sostengo con serenidad esa doble lealtad que me define: el saber que ilumina y el juego que late.
A veces, mientras repaso un capítulo o preparo unas notas, dejo la pluma a un lado y miro la camiseta. Me recuerda que no todo es solemnidad ni disciplina; que también hay goles en el último minuto, gritos compartidos y derrotas que se encajan como cicatrices pequeñas. En esta mesa escribo, leo, sueño y hasta imagino partidos imposibles jugados entre las estanterías. El ruido de la ciudad queda lejos; aquí, lo que manda es la compañía silenciosa de los libros y el latido sencillo de las cosas que me hacen feliz.
Y pienso que, quizá al final, no hay tanta distancia entre la biblioteca y la cancha. Ambas son territorios donde se prueba la paciencia, donde se aprende a esperar, donde se celebran victorias invisibles. Un libro terminado puede pesar tanto como una final ganada, y una frase hallada al azar tiene la misma magia que un gol inesperado en tiempo de descuento.
Escribo como quien dibuja las líneas imperfectas de un mapa secreto de sensaciones, y me visto con esta camiseta como quien entra a jugar una final, con la certeza de que, en cualquier estadio, soñar también es vencer, aunque sea en silencio.
✍️- Julio César Pisón
☕ Café Mientras Tanto